Viajar en la Edad Media
Ramon Llull perteneció a la minoría que en aquellos tiempos podía permitirse viajar con frecuencia. Fue contemporáneo de otro gran viajero: el explorador y mercader veneciano Marco Polo (1254-1324). Llull también viajó muchísimo pero con propósitos distintos: recabar soportes políticos y financieros a sus proyectos misionales y probar directamente la fuerza de sus argumentos ante contertulios de otras geografías y creencias. Pisó numerosas ciudades de Europa y algunas de Asia y África. Se movió con sus libros a cuestas y con los medios de transporte propios de su época; nada que ver con la facilidad que existe hoy en día para viajar. Sin embargo, gracias a viajeros como él la Edad Media europea fue abriéndose a nuevos horizontes culturales.
- Mercaderes, emigrantes, mensajeros, militares, religiosos, nobles, recaudadores de impuestos, artesanos, prostitutas, artistas, juglares, estudiantes, intelectuales, vagabundos, mendigos, etc.
- Los campesinos viajaban para vender sus productos en las ferias y mercados locales. Realizaban trayectos cortos, normalmente hasta la villa más cercana. Es sabido que en el interior de Mallorca, por ejemplo, muchos morían sin haber visto nunca el mar.
- Con el descubrimiento de los restos del Apóstol Santiago en Galicia a principios del siglo IX, el Camino de Santiago deviene la principal ruta de peregrinación y se configura como un eje que contribuirá a vertebrar Europa. Esto conlleva que viajen muchas más personas.
- Las repoblaciones o colonizaciones posteriores a las grandes conquistas conllevaban movimientos migratorios en masa, sobretodo de campesinos que buscaban nuevas tierras y un futuro mejor para los suyos.
- Todo el mundo caminaba con frecuencia. La no existencia, en la Edad Media, de medios mecánicos de locomoción suponía que las personas tuvieran unas piernas fuertes, acostumbradas a caminar. Este dato se ha podido documentar con el estudio forense de esqueletos de la época.
POR TIERRA
- Los trayectos duraban desde la salida del sol hasta la puesta incluso cuando era necesario ir y volver en el mismo día.
- A pie, la distancia media recorrida en un día era de unos 25 kilómetros y podía llegar a los 50 ó 60 en el caso de los mensajeros profesionales (auténticos atletas).
- A caballo, el trayecto diario podía rondar entre los 60 y los 100 kilómetros. Eso significa que atravesar la actual Francia podía conllevar entre 12 y 20 días (con buen tiempo y sin la aparición de dificultades añadidas).
- En la navegación fluvial la velocidad era muy distinta según si se viajaba a favor o en contra de la corriente. Por ejemplo viajar por el Ródano de Lion a Aviñón conllevaba 24 horas, y de Aviñón a Lion hasta un mes.
POR MAR
- Para navegar de Túnez a Mallorca se necesitaban 2 ó 3 días; de Túnez a Génova o Pisa, 7; de esas ciudades italianas a Mallorca, 3; y de Alejandría a Barcelona, 14. Se trata de tiempos medios. Los tiempos reales podían diferir muchísimo según las condiciones meteorológicas y el número de escalas.
POR TIERRA
- Los viajes por tierra seguían la antigua red de deterioradas vías romanas, que no se empezaron rehabilitar hasta el siglo XII.
- Se usaban listas de trayectos. Casi nunca se utilizaban mapas de caminos, que empezaron a difundirse en el siglo XIV. La información oral era la más usada y solía ser la más válida y actualizada.
- Era frecuente viajar en grupo y con mucha carga: mercancías, comida, pienso, armas, herramientas, tiendas, ropa, dinero, documentos, etc. Los peregrinos viajaban más ligeros de equipaje.
- Viajar resultaba caro: porteadores, ropa adecuada y elegante, peajes, propinas, alojamiento, comidas, veterinarios, etc.
- El vino era la bebida más recomendable para viajar. El agua era insalubre, especialmente en las ciudades.
- En la Edad Media los vehículos rodados como los carros eran útiles para recorrer distancias cortas, pero se utilizaban poco en los viajes largos debido al mal estado general de los caminos.
- La montura era un medio muy utilizado: caballo, mula o asno. Evitaba la fatiga del caminar, permitía la carga y se adaptaba bien a los caminos rústicos. Normalmente no se iba al galope, ni siquiera al trote. Frecuentemente se trataba de animales de alquiler.
POR MAR
- Para los recorridos largos entre ciudades costeras se prefería la vía marítima a la terrestre por ser más rápida y cómoda (por ejemplo entre Barcelona y Génova).
- En el Mediterráneo, en vez de adentrarse en alta mar, se practicaba mucho la navegación de cabotaje, es decir, «de cabo a cabo», sin perder de vista la costa. Eso les permitía refugiarse en los puertos en caso de mal tiempo.
- Se solía navegar sobretodo en verano (preferentemente en junio y julio) cuando el mar está más calmado.
- Las fuerzas motrices de las embarcaciones eran el remo (en la galera y el laúd) y la vela (en la nao, la coca y la carabela). Este último sistema se combinaba con el uso de remos.
- Los métodos más habituales para mantener el rumbo eran, de día, la posición del sol y la suelta de pájaros embarcados y, de noche, las estrellas.
- En la Baja Edad Media se difundieron entre los navegantes europeos diversos avances científicos que facilitaron la navegación de altura y con pocas escalas. La mayoría de ellos fueron introducidos por los marineros islámicos: la vela triangular latina (siglo XII), la brújula (hacia 1200), el timón de popa (siglo XIII) y las primeras cartas marítimas (siglo XIII). El astrolabio y el cuadrante no se difundieron hasta el siglo XV.
- Los mercaderes genoveses y venecianos comerciaban con el lejano Oriente, pero no lo hacían directamente, sino a través de los intermediarios de Asia Menor que hacían de puente entre los barcos y las caravanas de la Ruta de la Seda.
- En la Baja Edad Media el único servicio regular de pasajeros en todo el Mediterráneo era la galera que anualmente hacía el trayecto de Venecia a Tierra Santa cargada de peregrinos.
POR LOS RÍOS
- Algunos de los recorridos continentales que hoy realizamos por carretera podían efectuarse por vía fluvial (por ejemplo a lo largo del Ródano y del Ebro, hasta Zaragoza).
- La navegación fluvial requería el pago de peaje y era utilizada sobretodo para las mercancías.
- La navegación fluvial se complementaba muy bien, tanto con la navegación marítima como con las rutas terrestres.
- La construcción de embalses en los grandes ríos impediría hoy esta forma de viaje.
EN TIERRA
- Existía una red limitada de posadas. En los caminos más importantes había hospitales (es decir hostales, normalmente vinculados a la Iglesia, que acogían pobres y peregrinos por un tiempo limitado).
- La hospitalidad en las casas de campo era una práctica frecuente que, en algunos países, era obligatoria.
- Carlomagno instó a los obispos a fundar hospederías diferenciadas para pobres y ricos, adelantándose así a la categorización actual de los hoteles por estrellas.
EN EL MAR
- En los viajes marítimos era mejor dormir en el puente que bajo cubierta, donde el calor y el mal olor eran insoportables. Los pasajeros no llevaban ropa de recambio, quedaban infestados de piojos y en las letrinas entraban las olas.
EN TIERRA
- Algunas posibles incidencias eran: los atracos de bandoleros, los peajes imprevistos, el cansancio de los caballos, guerras, pestes, accidentes, un puente roto, una nevada, etc.
- El calzado de la época aguantaba poco las largas caminatas, por lo que muchos viajaban descalzos.
- La larga duración y la dureza de los grandes viajes como las peregrinaciones implicaba que un elevado número de viajeros perdieran la vida en los trayectos.
EN EL MAR
- Los peligros más graves eran la piratería, el corso y los naufragios.
- Los seguros marítimos no aparecieron hasta el siglo XV y contribuyeron al impulso de la navegación comercial.
EN TIERRA Y EN EL MAR
- La existencia de monedas locales implicaba tener que cambiar dinero con frecuencia. Esa práctica suponía muchos abusos.
- La diversidad de medidas locales representaba un verdadero problema, especialmente para los mercaderes.
- El desconocimiento de las costumbres era con frecuencia una dificultad; las leyes de ámbito local no solían amparar a los foráneos.
- El latín seguía siendo, en toda la orilla norte del Mediterráneo, una especie de lingua franca comprensible para la mayoría de personas.